domingo, 27 de febrero de 2011

Sin tí soy marrana

Esto era lo menos que podía pasar después de ir a la Muestra Marrana... Después de tanto postporno y unas cañas en buena compañía, surgió la inspiración, y hoy he reescrito la letra de "Sin tí no soy nada", y la he montado en vídeo karaoke, así que do it yourself!



Os dejo la letra por si no se lee bien...


Sin tí soy marrana,
Me corro en cascada mojando la cama
Tu mundo es pequeño
Y con mis amigas no me aburro nada
Solía pensar que el amor no es real
Una ilusión que siempre se acaba
Y ahora sin tí soy marrana

Sin tí soy muy mala
Sin tí me divierto mordiendo la almohada
Tirada en la cama
Mirando postporno y haciéndome pajas
Amar por amar y dejar de llorar
Ahora mi vida es mucho más variada

Los días que pasan, las luces del alba
Tu barba, tu cuerpo, tu voz, ya no ocupan nada
Porque yo... sin tí soy marrana

Elijo ser rara,
Las noches de juerga las paso en manada
Me río con ganas con una sonrisa inmensa en la cara
Soy solo un actor que escribió su guión
Porque el tuyo eran solo palabras
Que no dicen nada

Los días que pasan, las luces del alba
Tu barba, tu cuerpo, tu voz, ya no ocupan nada
Que no daría yo, por no verte la cara
Por devenir perra otra vez
Mientras todo cambia
Porque yo... sin tí soy marrana

Esto no habría sido posible sin Cunnilingus a Shakira, B., Heroína de lo periférico, Pat, Mari Carmen Free y Aintzol... porque sois todas las más logradas, mejoradas y conservadas.

viernes, 18 de febrero de 2011

Autopsia de una langosta


La primera vez que coincidí con Helen fue en Stonewall Contraataca, en Barcelona. Salíamos de ver a las Perras del Apocalipsis revolcarse, penetrarse, cortarse y lamerse en un escenario, entre prótesis futuristas y cámaras de vídeo. Yo todavía estaba removida por lo que había visto, y ella me preguntó qué había sentido. En aquel momento sólo tenía sensaciones primarias en el estómago, entre la excitación y la repugnancia, a las que no podía poner palabras, así que racionalicé, que es lo que hago cuando algo me desborda. Era cierto que la aparición de un bisturí en escena rasgando la piel de una de esas criaturas me había hecho recordar las horas en la sala de disección en la facultad, o el olor que hay en los quirófanos, haciendo que mi excitación se mezclara con recuerdos deshumanizados y desagradables. Pero en aquel momento sólo acerté a explicarle que algo en lo que había visto me había resultado frío, metálico y tecnológico, mientras ella me escuchaba con atención y me decía que era importante saber lo que las performances producían en los que miraban. Tiempo después he podido volver sobre mis sensaciones aquel día, y extraer muchas más conclusiones, pero esa es otra historia.

La segunda vez que me he encontrado con Hellen ha sido en las páginas de su libro. En ellas habla de parto orgásmico, del desplazamiento del cuerpo en nuestra cultura, de drogas, de amor (de pareja) y de amor (de manada). También relata un viaje de regreso a Buenos Aires, de quien una vez vino desde Argentina, que me emocionó al haber hecho yo recientemente el camino inverso (de Madrid a Buenos Aires y vuelta) y estar ahora sintiendo nostalgia por esa ciudad porteña que tanto he odiado cuando pisaba sus calles.

El libro de Hellen ahora, como su pregunta entonces, ha sido una invitación a pensar. Pero no a un pensamiento disociado del cuerpo, sino al que camina sobre la cinta de Moebius que da continuidad entre palabra y carne, hasta que uno se da cuenta de que se trata de lo mismo.

domingo, 13 de febrero de 2011

Al sordo hay que gritarle



No hacen falta más palabras...

martes, 4 de enero de 2011

Elucubraciones en torno a las lesbianas asesinas

Hace unos días alguien me comentó que últimamente se había tropezado con demasiada frecuencia con el mito de las lesbianas psicópatas, y me preguntó qué pensaba al respecto. Después de investigar un poco sobre el tema, estas son mis conclusiones:

En el principio, la Iglesia ya nos consideraba como pecadoras perversas, condenando cualquier forma de relación sexual que no estuviera al servicio de la procreación como viciosa y pecaminosa, y asociándola a otras muchas maldades que suponían el derrumbe moral del ser humano. Aún siguen transmitiendo la idea de que de fornicar con personas del mismo sexo a asesinar niños sólo hay un paso.

También la ley ha desarrollado sus teorías al respecto, y lo sigue haciendo en muchos países. No hace mucho tiempo que en España, en virtud de la ley de vagos y maleantes, los homosexuales eran detenidos y sometidos a penas de hasta 5 años de cárcel. Hasta aquí se nos construía sencillamente como personas malvadas.

Cuando la ciencia se dignó a mirarnos, también nos consideró un peligro para las gentes de bien, pero por estar enfermas. Krafft- Ebing incluyó a mujeres invertidas en su “Psichopatia sexualis”, una sucesión de casos clínicos en los que desgranaba lo que él denominaba psicopatías sexuales en personas que en algunos casos habían sido inofensivas, aunque terminaran perseguidas por la ley o internadas en manicomios, y en otros habían realizado crímenes brutales y bizarros.

Freud comenzó hablando de la perversidad polimorfa del niño, suponiéndonos a todos una bisexualidad en potencia, pero situaba el motivo de la homosexualidad adulta en la falta de superación adecuada del complejo de Edipo. Los niños de ambos sexos orientan sus deseos en primer lugar hacia su madre, pero las niñas deben darse cuenta de que es su padre el que en realidad merece sus atenciones. Si su envidia de pene es demasiado grande como para aceptarlo, o si sus padres las repugnan lo suficiente, mantendrán el deseo hacia sus madres, y después lo desplazarán a otras mujeres. Las lesbianas, así, quedan en esta teoría como personas inmaduras y narcisistas, puesto que se aman tanto que buscan un objeto de deseo igual a ellas, e incapaces de completar su desarrollo psicosexual orientándose hacia la heterosexualidad.

A pesar de que Freud no consideraba la homosexualidad como perversión a tratar, parte de la escuela psicoanalítica la agrupó dentro de las patologías susceptibles de tratamiento. La homosexualidad ha permanecido asociada a las parafilias hasta los años 70 en todos los manuales médicos. En lugar de delincuentes peligrosas, pasamos a ser pobres enfermas, dignas de cariño, lástima, y electroshock.

Aun así, la difusión pública de los conceptos psicoanalíticos ha supuesto, en muchos casos, cambios de sentido de los mismos, que hacen que se produzcan fácilmente deslizamientos de significado equivocados del tipo:

Lesbianismo = perversión = psicopatía = violencia

Ya tenemos un buen caldo de cultivo para las lesbianas asesinas.

Pero no podemos desdeñar la aportación de las hormonas. La testosterona se ha utilizado durante mucho tiempo para justificar la agresividad de los varones, a pesar de que existen estudios que contradicen esta afirmación, y otros que asocian la agresividad a niveles bajos de testosterona, o a niveles elevados de estrógenos. Cómo no, también hay estudios que pretenden relacionar la homosexualidad femenina con mayores niveles de testosterona (no olvidemos aquello de comprobar si el dedo anular es más largo que el índice, lo que supondría lesbianismo y más testosterona en sangre). Aquí tenemos la segunda asociación falsa del día:

Lesbianismo = masculinidad = testosterona = violencia.

Según esta asociación, amigas, no sé a qué esperáis para salir a buscar deportistas dopadas con testosterona, porque sin duda no rechazarán vuestras proposiciones (aunque podáis correr riesgo de descuartizamiento). Por no hablar del peligro que suponen esos hipermasculinos y peludos osos, que a pesar de sus supuestos altos niveles de testosterona (de ahí tanto vello), no sólo no son asesinos en serie, sino que gozan alegremente en sus prácticas sexuales con otros hombres, sin manifestar demasiado interés por las mujeres.

Como curiosidad, diré que el cine también ha contribuido al mito de las lesbianas asesinas. En el fantabuloso documental “El celuloide oculto” se habla de que en los años 30, coincidiendo con el Código Hays, que censuraba todo aquello considerado inmoral en el cine, aquellas sugerencias de homosexualidad que saltaban la censura lo hacían porque convertían al supuesto homosexual en villano asesino y desequilibrado. Son ejemplos el ama de llaves de “Rebeca”, “La hija de drácula” o “La soga”. En los años 60, cuando el código Hays empezó a aflojar, los pobres y enfermos personajes homosexuales de las películas empezaron a sufrir muertes violentas o a suicidarse.

Jugando a la interpretación psicoanalítica, se me ocurre la siguiente metáfora: Había una vez unos señores que se dieron cuenta de que en el mundo había mujeres que se relacionaban entre ellas, sin contar con ellos en absoluto. La inmadurez de estos individuos les hacía incapaces de aceptar la frustración de que por una vez fueran ellos los excluidos, por lo que utilizaron como mecanismo de defensa la proyección de sus propias emociones, considerando que estas mujeres les debían odiar muchísimo. Para legitimar esta idea paranoica, construyeron teorías explicativas desde la religión, la ley y la ciencia, porque si esas mujeres (como todas) envidiaban su falo, pero no se iban a apropiar de él como madres (teniendo un hijo con ellos), ni como putas (con sus vaginas dentadas), la única opción restante era que les mataran para conseguirlo.

O utilizando una metáfora pornográfica, cuando dos mujeres aparecen en escena practicando sexo entre ellas es porque pretenden excitar al hombre que las mira (desde detrás de la cámara o de la pantalla), y que no tardará en aparecer para darle sentido a todo con su polla. La única explicación posible en la lógica pornográfica para que ese hombre no esté en el sistema, es que ellas le hayan matado. La ecuación simbólica siempre nos convierte en asesinas.

viernes, 31 de diciembre de 2010

Paquetes para 2011

Nada como empezar el próximo año con risas... ¡y con paquete!

Besos malvados para todxs.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Río de Janeiro.


El telonero odia a la diva.

La odia desde el momento en que sube al escenario que después ocupará ella. La odia desesperadamente, mientras cierra los ojos y clava los dedos en el mástil de su guitarra, agarrándose a él como si fuera un naufrago en la marea de voces de turistas indiferentes que le rodea. La odia desgranando bossa novas con la garganta llena de arena, cerrando los ojos con fuerza para no ver al público que sigue cenando como si él no estuviera.

La odia durante el aplauso desflecado que suena al terminar, y por el silencio incómodo que no le pide otra canción. La odia por cada paso que da cuando se baja del escenario y camina hasta la barra. No deja de odiarla por cada sorbo amargo de whisky que bebe, mientras los camareros con bigote y chaleco negro le miran con lástima.

La odia rabiosamente cuando es ella la que se sube al escenario, en ese local perdido en Ipanema, pequeño, que huele a moho y a pasado glorioso. Igual que las melodías que ya empieza a tocar la orquesta de la diva, empastando como si fueran uno. La odia por su cuerpo, porque está gorda y ya no es joven, pero se mueve en el escenario con una sensualidad infinita, rezumando sexo en cada movimiento. Ella ya no debería vestirse así, con ese vestido ajustado, ni llevar ese tocado de plumas negras recostado sobre su pelo. No tiene edad para bailar de esa forma, ni para mirar así al público, a la vez coqueta y desafiante. Odia cada nota que suena en el timbre perfecto de su voz redonda, madura, que domina con tanta soltura como respira. Igual que maneja al público, seduciéndoles, hablándoles y cantando para ellos como sólo alguien que no ha hecho otra cosa en su vida sabe hacer, hasta hacerles creer que canta sólo para cada uno. Hasta que el público se entrega, y le dedica ese silencio sonoro, que hace que el espacio se amplíe, y el bar se cubra de una pátina dorada como la que tuvo en otros tiempos. La odia terriblemente cuando el aplauso quiebra el aire con estruendo, como se rompe el cielo al empezar una tormenta. La odia porque ya está borracho. La odia porque sólo ella sigue siendo capaz de seducirles de esa forma.

La odia porque después de que el público suplique un bis tras otro abandona el escenario, dejándoles ahítos, pero no del todo, satisfechos, pero deseosos de más. La odia porque sabe que hablarán de ella toda la noche.

La odia a muerte cuando el público se va marchando, y él sigue en la barra, sabiendo que ya huele a alcohol y a derrota. La odia cada noche cuando camina hasta el camerino que comparten, mientras los camareros recogen las mesas, pero sobre todo la odia cuando se sienta en su silla, y como todos los días, toma entre sus manos el tocado de plumas negro de la diva, y se lo pone sólo para mirarse con él en el espejo.

Entonces la odia con toda su alma.

viernes, 26 de noviembre de 2010

De parto en la red

Todavía está en pañales, y ya viene berreando.

Píkara ha nacido hablando sobre intersexualidad, transexualidad o violencia, desde muchas voces distintas. Tiene vocación de periodismo feminista, y quiere ofrecer un espacio para la reflexión constructiva, que tanta falta hace. Y además me han hecho un hueco para colaborar con ellxs, en la mejor compañía.

Aquí os dejo el link para darle la bienvenida...

http://www.pikaramagazine.com/