viernes, 5 de febrero de 2010

Cloe, la princesa cazadora (Cuento invertido por entregas)

(Pierre et Gilles)

III. De rapaces y presas.

El día se hizo eterno para Cloe que, cuando comenzó a atardecer, ya se encontraba cerca de la casa de Dafnis. No fue difícil encaramarse a un árbol junto al muro, y confiar en que el muchacho saliera a tomar el fresco en algún momento, tal era el calor de la noche de verano.

Tras una espera en la que los latidos de su corazón eran truenos en el silencio, Cloe vio colmados sus deseos. Dafnis apareció junto a un tilo, vestido de blanco inmaculado, y bello como un San Sebastián.

- No te asustes muchacho – dijo Cloe – mi halcón ha escapado mientras cazaba esta tarde, y temo que se haya herido y haya caído en tu jardín. Es por eso que me he subido a este árbol, por ver si lo hallaba.

La donosura de Cloe no pasó desapercibida a Dafnis, que, dado que en su casa sólo había criados varones, la única mujer que había visto era su propia madre.

- Puedo ayudaros a buscar vuestro halcón si lo deseáis, señora, puesto que no hay mucho más que hacer en este lugar.

El doncel entonces, sin dejar de fijar su mirada en Cloe cuando creía que no le miraba, buscó al halcón entre los setos. No tardó en encontrarlo posado bajo un almendro, sin darse cuenta de que tragaba los últimos trozos de la carne que la princesa le había lanzado antes desde su atalaya.

- Aquí está el halcón, señora, parece tener algo enredado en la pata…
- Desenredadlo si es menester, joven, para que pueda volar de nuevo a mis manos.

Dafnis, inocente de las triquiñuelas del amor, soltó de la pata del halcón un pequeño pliego enrollado con un cordel, y el pájaro voló al puño de Cloe a una llamada suya.

- Muchas gracias por vuestra ayuda, quedo en deuda con vos, y habéis de saber que soy buena pagadora.

Sin más, Cloe bajó ágilmente del árbol, dejando a Dafnis impresionado por el encuentro, sin percatarse aún de la misiva que había quedado en su mano. En ella, Cloe le declaraba su amor con las más tiernas palabras que supo escribir, y le emplazaba, si era correspondida, a asomarse a la ventana de su aposento la noche siguiente, con la salida de la luna.

Morfeo esquivó a los dos muchachos aquella noche, Dafnis recordaba una y otra vez lo apuesto de su pretendiente, y Cloe se sentía traspasada por la belleza del muchacho, y el aire se le iba pensando si le encontraría en la ventana. El tiempo se extiende hasta el infinito cuando los amantes están separados…

2 comentarios:

  1. Qué curioso, justo hace un rato leí por primera vez en un libro la cita en cursiva que encabeza tu relato, y ahora la encuentro aquí. Y a mí, con lo que me fascinan las casualidades-causalidades-interconexiones como motor de 'movimiento', me propulsan mucho más las resignificaciones y las revisitaciones trans-gresoras. Olé tu arte, qué bueno el relato. A la espera de la siguiente entrega ;).

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