
Cuando me paro delante, es frecuente que haya alguno más a mi lado.
Discretamente, de reojo, examinan las proporciones de la mía. Calibran su tamaño, su potencia, su color… Algunos incluso la miran con cierto deseo.
Si les devuelvo la mirada, bajan la vista azorados, o miran al frente decididos como si buscaran algo en un punto lejano.
Nunca me he sentido tan cerca de un urinario como en los pasos de cebra con la moto.